27/12/07

Carta a la DGT de Arturo Perez Reverte


El otro dia me llegó tras uno de esos reenvios y reenvios de emails una carta de Perez Reverte, el genial autor de Ala Triste o del Club Dumas a la Dirección General de Tráfico.

La verdad que la carta me hizo gracia tanto por su estilo como por su contendo. No cabe duda que una de las principales funciones de los radares en España es la de recaudar pasta y que el método actual es frio e inutil.

Aqui os la dejo:

"En los últimos diez años, los de Picolandia me han puesto dosmultas de tráfico, creo recordar. Nada grave: exceso de velocidadde once kilómetros por hora en vía de servicio y de veintialgo enautovía. Las dos aforé religiosamente, sin recurrir nada, y tanamigos. El que la hace, la paga. Pero aun así, las dos veces mequedó cierta frustración rutera, pues nadie me detuvo paraidentificarme. Sólo un coche entrevisto en el arcén, una mirada porel retrovisor mientras piensas «te han cazado, Arturete», y nadamás. Ni flash usan ahora. Ningún guardia vestido de verde mediokilómetro más lejos, ordenándome parar y diciendo, con la mano enla visera: «Buenos días. Documentación, por favor», como mandan loscánones y la bonita tradición española. Nada. Al cabo de un mes odos, carta oficial, etcétera. El hombre contra la máquina. Y punto.

Ahora me entero de que Tráfico va a invertir ocho millones y mediode mortadelos en nuevos radares fijos de carreteras. Y que se van ainstalar –nunca lo adivinarían ustedes–, no en vías de doblesentido, donde ocurren siete de cada diez esparrames, sino enautovías y autopistas, donde la velocidad es más alta, pero elporcentaje de cebollazos más bajo. Dicho en corto: que esos ochokilos y medio no buscan evitar accidentes y salvar vidas, sinorecaudar viruta. Que es de lo que se trata; porque una cosa es quelas cifras negras de cada operación salida o llegada sean más omenos estremecedoras, y otra que, con esto del carnet por puntos yla mayor prudencia de la peña que conduce, la Administración dejede sangrar al personal metiéndole el cinco de bastos en la pelleja.Porque ojo. Jesucristo dijo hermanos, pero nunca dijo primos.Faltaría más. De manera que esto de los radares fijos, y que austed y a mí nos hagan fotos y nos enteremos un mes o dos mástarde, demuestra varias cosas, pero sobre todo una: que, demagogiasy telediarios aparte, a las autoridades competentes les importa uncarajo que vayamos a doscientos treinta por hora, que nos matemosen la próxima curva o que saltemos la mediana y nos llevemos pordelante a una pareja de jubilados, a un viajante de comercio o aquien sea. Lo que quieren es que la caja registradora haga cling,cling. Cualquier absoluto hijo de puta puede pasar como un rayo conel Bemeuve, poniendo en peligro la vida de todo cristo, y lo quehará el coche de tráfico emboscado o el radar fijo y maravillosomarca Toshiba, o la que tengan los radares, es hacer una fotoestupenda de la matrícula del coche, que es lo que interesa: quelos numeritos y letras se vean claros, para saber a qué propietariode coche adjudicársela y trincar. Pero al conductor, al fulano queen ese momento concreto es un peligro público, nadie lo para, ni loidentifica, y puede seguir quinientos o mil kilómetros adelante ala misma velocidad, hasta que se rompa la crisma o se la rompa aalgún infeliz. La pasta está segura, y la cosa, resuelta. A partirde ahí, a la Administración, a Tráfico, a quien corresponda, ledará lo mismo que, si el conductor tiene medios, compre los puntosperdidos a alguna de las avispadas gestorías que los ofrecen porInternet; o si es coche puesto a nombre de una empresa, que elpropietario tenga un compadre en Nueva York, Hong Kong o Nairobi, acuyo permiso de conducir atribuirle el marrón. Y que reclamen allí.
Así que, aunque no sirva para un carajo, hoy quiero reivindicar miderecho ciudadano a ser detenido e identificado en carretera cuandometa la gamba. Es más. Exijo que, una vez hecho el retrato deatentos al pajarito, una dotación de picoletos me corte el paso conla autoridad debida, me haga aparcar en el arcén con gestoenérgico, y tras afearme la conducta –se ha pasado varios pueblos,etcétera–, el guardia Sánchez me haga firmar la papeletacorrespondiente mientras el cabo Martínez mueve la cabeza y dice,reprobador: «Debería darle vergüenza, señor Reverte». Más aún. Encaso de que se me cruce el cable, y decida no parar y seguir a todapastilla esquivando el control –que igual ese día me da por ahí–,reclamo mi derecho constitucional a ser perseguido por laBenemérita como Dios manda, con pirulos de destellos azules ysirenas de ordenanza, pi-po, pi-po, pi-po, derrapando en las curvasy todo eso, hasta ser reducido, identificado, esposado y puesto adisposición del juez Garzón, del juez Grande Marlaska o del juezque sea. Uno paga lo que haga falta, que para eso estamos. Y más,mereciendo la multa o lo que corresponda. Pero puestos a que te laendiñen, por lo menos que sean guardias de carne y hueso, rediós.
No una puta máquina."

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